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TORRENT DE NA MÓRA

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A veces uno lleva tanto tiempo sin bajar un barranco, que el día que vuelve a él es como si lo bajara por primera vez. Los primeros días de este viaje a Mallorca sirvieron para eso, para refrescar los recuerdos que aún guardaba de Sa Fosca, Mortitx y Biniaraix, unos recuerdos que ya empezaban a desdibujarse. Cumplida esa misión, para el último día quedaba por fin conocer algo nuevo, uno de los mejores descensos de la isla y que sin embargo seguía en mi tintero: el torrente de Na Móra. De acuerdo con las valoraciones que hacen de él otras páginas, el descenso bien merecía la visita, y aunque éramos conscientes de que el caudal no sería el idóneo, allá que fuimos.

A pocos minutos de Bàlitx d'Avall entramos en el cauce, claramente dividido en dos partes. El primer tramo nos pareció sencillo. Llevaba agua, de manera que pudimos disfrutar de varios rápeles cortos -hasta ocho metros- y de algún que otro salto.


pasillo con bloques empotrados en la primera parte
uno de los muchos pequeños rápeles del descenso

la marca en las paredes da idea del caudal que habría podido y que no fue



Tras una zona estrecha, por desgracia vimos como el agua se filtraba y el cauce se abría. Llegábamos así a Cala Ferrera, un ensanchamiento en el que las paredes ceden y tenemos la posibilidad de escapar.

A partir de aquí entramos en una segunda parte más estrecha y más estética, por desgracia seca en gran parte. A pesar de esto último sus pasos siguen siendo muy bellos, especialmente los breves oscuros de Sa Fosqueta y las últimas pozas. 

una de las pozas, completamente vacía: triste pero también estético


formaciones de toba en otra poza vacía
preciosos colores en una de las últimas pozas



pasillo final, y al fondo, el mar
 Y por fin, el mar. Pero de una forma mucho más sutil, menos rotunda que en el caso del Mortitx. Desde la cabecera del último rápel se dejaba oír y ocasionalmente ver, dejando morir sus olas a pocos metros de nosotros, al final del pasillo que conduce a aguas abiertas. Ahí lo dejamos nosotros.

Normalmente, acabado el descenso uno se despoja del material y se dispone a caminar tranquilamente para volver al coche y a casa. En esta ocasión, sin embargo, solo habíamos hecho la mitad del trabajo. Existen diferentes opciones para salir del Na Móra, pero nosotros renunciamos a hacer filigranas y optamos por la que entendíamos la salida más frecuente: remontar todo el descenso y volver al punto de inicio.

Cómo haremos el retorno es una opción que hay que llevar decidida de casa. He leído diferentes reseñas en las que se habla de cuerdas fijas en todos los rápeles, pero nosotros no encontramos cuerdas en ninguno. No contábamos con ellas -creo que ir esperando encontrarlas puestas sería un error-, de manera que las fuimos dejando nosotros para luego recuperarlas.



Oscar, en plena faena de remonte en la zona más estrecha
venga, que ya queda poco


Puede que, sin remontar el barranco, la actividad acabe resultando demasiado sencilla y corta. El caso es que el conjunto de todo esto, el barranco, el remonte, lo perdido del lugar, el final en el mar... dejan un muy buen recuerdo del Na Móra. Aunque no llegue al nivel de Sa Fosca o de Mortitx, y como decía aquel... "a programar sin dudar".


Datos de interés

Fecha del descenso: 19 de marzo de 2018

Dificultad: v3 a2 III

Acceso desde: Sóller (Mallorca, Islas Baleares)

Combinación de coches: no para el retorno descrito aquí.

Aproximación: Saldremos de Sóller en dirección a su puerto, pero antes de llegar a él giraremos a la derecha en dirección a Pollença. Avanzando ahora por la carretera Ma-10, ganaremos altura y pasados unos cuatro kilómetros dejaremos atrás el desvío a Fornalutx. Dos kilómetros y medio más allá, en una curva, encontraremos a la izquierda el mirador de Ses Barques. Desde allí sale una pista de tierra que conduce a la casa rural de Bàlitx d'Avall, situada cinco kilómetros más abajo. Sin embargo, el mal estado de la pista y las posibles molestias hacen recomendable dejar el coche en el mirador y bajar hasta allí andando siguiendo las indicaciones, cosa que nos llevará unos cuarenta y cinco minutos.

Una vez en la casa rural la bordearemos por la izquierda, siguiendo pista abajo, y en unos diez minutos llegaremos al cauce.

Descenso: Unas dos horas según grupo y condiciones.

Retorno: Una vez en el mar, existen diferentes opciones para salir de allí.
  • La primera y más habitual consiste en remontar todos y cada uno de los rápeles, que previamente habremos dejado equipados en fijo. De esta manera, volveremos al punto de inicio y desde allí desandaremos el camino de aproximación. Tiempo: unas 2'5 horas de remonte, más 1 h hasta el mirador. Es la que escogimos y la única que conozco de primera mano.
  • La segunda opción es remontar el barranco hasta Cala Ferrera, y una vez allí salir por la izquierda orográfica y tomar un sendero que conduce hasta Port de Sóller. Esta opción exige dejar allí un segundo vehículo. No nos la recomendaron, puesto que según parece el camino de retorno es muy perdedor.
  • Tercera opción: una vez en la desembocadura, podemos salir a mar abierto y nadar trescientos metros hacia la izquierda, para tomar un sendero que nos devolverá al punto de partida (o al puerto de Sóller, según la dirección que tomemos). Esta opción solo es viable si el mar se encuentra totalmente en calma.
  • Cuarta opción: remontar parcialmente y salir por un afluente, llegar a un sendero y por él volver a Bàlitx d'Avall. Tampoco nos la recomendaron.

Rápel más largo: 11 metros

Material: Diez cuerdas de hasta 12 metros, equipo de ascenso por cuerda. 

Lo mejor: actividad muy completa, con final en el mar y un retorno diferente

Lo peor: sin caudal pierde interés

Valoración personal (de 0 a 4): 3,1



BARRANC DE LA GAVARRA

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Con el paso del tiempo, descenso a descenso, miramos guías y mapas cada vez más lejanos y nos animamos a hacer cada vez más kilómetros cada vez que salimos a barranquear. Ya conocemos suficientes barrancos de nuestra región y empezamos a fijarnos en la región vecina, en el país vecino, en el continente vecino. En ese proceso algunos descensos se van quedando atrás, injustamente olvidados por estar demasiado cerca mientras fijamos nuestra vista cada vez más lejos.

Algo así me ha pasado a mí con el barranco de la Gavarra, en Lérida. He tardado muchos años y varios cientos de descensos en fijarme en él. Las excusas han sido variadas: apenas hay información reciente, las reseñas no se ponen de acuerdo sobre por dónde entrar y salir, los horarios son teóricamente largos, es dificilísimo encontrarlo con agua, etcétera, etcétera. Siempre había un motivo para no ir; de hecho, ni siquiera me lo planteaba... hasta que este año surgió por fin la idea. ¡La primavera más lluviosa de los últimos setenta años parecía una oportunidad demasiado buena como para dejarla escapar! 

Escogido el día adecuado, allá que fuimos esperando acertar. Y resultó que habíamos dado en el centro de la diana: una meteorología perfecta y unas condiciones irrepetibles hicieron que tantos años de espera merecieran la pena.

Y eso que no es fácil... la zona es una esponja enorme que absorbe el agua con voracidad. La Gavarra se anima con las lluvias, pero una vez deja de llover, el caudal baja rápidamente hasta desaparecer. Además hay que tener ojo con las prisas, porque el barranco desemboca en el río Rialb, y si cogemos aquel demasiado animado, éste podemos encontrarlo directamente imposible.

¡Y la clavamos! Al final de esta entrada os daré algunos datos para que podáis intentar acertar con el caudal.



El barranco de la Gavarra

La Gavarra es un barranco largo y estrecho, muy bien encajado y formado y con mucho ambiente. En su interior se suceden los rápeles cortos, los destrepes y los pasillos acuáticos de forma ininterrumpida, con pocos espacios muertos. Técnicamente hablando, no tiene dificultades destacables. Al acertar con la fecha lo encontramos con agua de principio a fin, de manera que pudimos saltar en bastantes de los rápeles y disfrutamos de un descenso acuático magnífico. Algunos anclajes quedaban extrañamente cerca del agua, inútiles en esas condiciones, indicando lo diferente que puede resultar el descenso si lo encontramos seco. No es difícil darse cuenta de que sin agua, todos esos resaltes y saltos se convierten en una sucesión interminable de pequeños rápeles que pueden acabar con la paciencia de cualquiera. Lo que con agua es un gran descenso, ágil y repleto de saltos y pasillos inundados, seco puede convertirse en una larga y pesada paliza. 

Este es el resumen en imágenes:
   
primeros y prometedores pasos
el primer rápel, de doce metros...

...es el más largo del descenso.
uno de tantos pasillos


si no se ve claro el salto, mejor rapelar
rápel de 10m, previo al afluente del barranco de Carreu

el agua lo facilita todo y lo hace más bello...
...y la espuma, ¡incluso da un toque de emoción!

más pasillos, largos y sinuosos
y más saltos, esta vez sobre un bloque empotrado


superando un par de enormes troncos
y atravesando uno de los últimos pasillos


En estas condiciones el Gavarra se vuelve muy disfrutón y permite jugar y saltar, pero no debemos distraernos. El barranco es una grieta estrecha que lo engulle todo, y acostumbra a estar lleno de árboles y ramas caídas. Precaución, pues, si la visibilidad no es buena.

Con este caudal, además, también es inevitable que un pensamiento ronde por tu cabeza durante todo el descenso: si esto va así, ¿como irá el Rialb?




soleado inicio del tramo del Rialb
El río Rialb

Superadas las últimas dificultades del Gavarra llegaremos de repente a su río principal, y resolveremos la duda que nos corroe desde el principio de la actividad: el caudal del Rialb.

Y es que como decía más arriba, si hemos disfrutado del barranco con agua corriente, aquí tendremos que prestar atención: el descenso del Rialb en las condiciones que nosotros encontramos, con un caudal muy elevado, es un ejercicio técnico que conlleva superar tramos de rápidos y fuertes corrientes. Al llegar a la surgencia conocida como forat del Buli debe superarse un estrecho bastante comprometido, aunque evitable si no se ve claro. Además, en estas condiciones el forat se sifona, por lo que tendremos que buscar un paso alternativo.




superando una pequeña pero agitada cascada en la zona del forat del Buli

entrando al túnel de tosca, un paso precioso

Más abajo aún queda un paso bello y curioso: un túnel de tosca en el que solo hay que dejarse llevar por la corriente. 

Si no habéis bajado el Gavarra con agua, el Rialb llevará un caudal mucho más amable que al menos os permitirá relajaros, remojaros y disfrutar sin problemas de esta última parte.

En definitiva: si como nosotros, acertáis con el caudal y disfrutáis de una Gavarra acuática y de un Rialb potente y técnico, os llevaréis a casa varios recuerdos para enmarcar y lamentaréis no haber ido antes.

Si por contra hacéis la aproximación bajo un sol de justicia para luego encontrar seco el barranco, y os dáis un tute de ¿veinte? rápeles y un número similar de destrepes, sorteando pozas podridas, árboles caídos y jabalíes en descomposición... os llevaréis a casa un recuerdo de pesadilla y lamentaréis el día en que os planteásteis hacer este descenso.

Avisados quedáis.



Acertar con el caudal

Si habéis leído todo lo anterior, ya tendréis claro que el éxito o el fracaso con este descenso depende de acertar con el caudal. ¿Cómo conseguirlo?

La primera opción es esperar a que alguien lo baje y cuelgue el caudal en internet. El barranquista moderno suele ser bastante vago, así que esta será la opción preferida para muchos.

Si tenéis un poco más de iniciativa, también podéis hacer otra cosa: controlar las precipitaciones de la zona y esperar el momento adecuado. En nuestro caso, llegada la primavera me dediqué a controlar los datos que ofrecía la estación del embalse de Rialb que ofrece la página web del SAIH Ebro. Tras un mes de febrero con precipitaciones puntuales, a principios de marzo empezó a llover en la zona de forma regular: apenas pasaban dos o tres días sin que cayera una gota. A mediados de abril, en poco más de mes y medio, habían caído allí un total de 268,1 l/m3. Tras un episodio de once días seguidos de fuertes lluvias, por fin se abrió una ventana de buen tiempo. Sabiendo que el Gavarra desagua muy rápido, esperamos tres soleados días y entramos al cuarto. Y salió bien.

gráfico del último episodio de precipitaciones antes de dos descensos conocidos (fuente: SAIH Ebro)

 
¿Y si hubieramos esperado más?

La respuesta a esta pregunta me la dieron tres amigos que afrontaron el descenso una semana después. En solo siete días, en los que no hubo precipitaciones destacables, el Gavarra no sólo dejó de fluir, sino que se secó en gran parte: pocas pozas con agua, agua corriente sólo en el tramo final y río Rialb alegre, pero sin problemas. Según la opinión de uno de mis amigos, "una paliza".

En estas dos fotos podéis comparar el caudal de ambos descensos en dos puntos: el vado del río Rialb que se cruza durante el acceso (un buen checkpoint del río) y la cascada del forat del Buli, también en el Rialb.

Si no habéis hecho nunca el Gavarra, no creo que el caudal del descenso 2 pueda considerarse un fracaso. Aún así, es un ejemplo claro de que si vamos a bajar este barranco a lo loco, sin prestar atención a la época y las lluvias, muy probablemente lo encontraremos más seco que la mojama.

Suerte.


vado sobre el Rialb, checkpoint del mismo
el forat del Buli


Datos de interés

Fecha del descenso: 21 de abril de 2018

Dificultad: v3 a3 V

Acceso desde: Ponts (Lérida) o bien Gavarra (Lérida)

Combinación de coches: posible, aunque no imprescindible, en función del acceso escogido.

Aproximación: de 15 minutos a 2 horas, según punto de acceso.

Descenso: Las reseñas marcan de 5 a 7 horas según grupo y condiciones. A nosotros nos llevó 4h 30 min completar todo el recorrido (Gavarra más Rialb).

Retorno: de 15 minutos a 2 horas y media, según número de vehículos y punto de acceso.

Rápel más largo: 12 metros

Material: neopreno completo, 2 cuerdas de 30 metros. Recomendable llevar una cuerda por persona para agilizar el descenso.

Lo mejor: con agua, descenso imprescindible; largo y físico pero estético, bien formado y muy interesante.

Lo peor: sin agua, pozas normalmente vacías o podridas; puede hacerse muy largo y pesado.

Valoración personal (de 0 a 4): 3,2


Para más datos sobre acceso, descenso y retorno, puede consultarse por ejemplo en ropewiki.


Fotos: Oscar González, Xavi Guerrero
 

BARRANC DE SOTLLO: DÉCIMO ANIVERSARIO

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No era la primera vez que abría algo, pero sí la primera vez que el barranco parecía valer la pena. Fuimos a echar un primer vistazo a finales de junio, equipamos un par de rápeles y salimos por piernas antes de que se nos llevara la corriente... En vista del caudal tuvimos que volver un par de veces más para poder acabar el trabajo: la última, el 1 de octubre de 2008. ¡Hace diez años!


En estos diez años no he vuelto al Sotllo. Abrir un barranco es una experiencia mucho más enriquecedora que simplemente descenderlo, mucho más íntima, así que ¿para qué volver? Y eso que había motivos: lo habíamos equipado todo a base de spits, sin taladro, y dejando la mayoría de los rápeles con reuniones monopunto. En su día llegamos a plantearnos volver para reforzar las instalaciones, pero la idea nunca se materializó. Tuvo que llegar este verano para que Frank nos propusiera, a Oscar y a mí, bajar el barranco. ¿O fue al revés? Sin pretenderlo, nos dimos cuenta de que se cumplía el décimo aniversario de la apertura, y ya teníamos la excusa.

Llegado el día Oscar -el otro aperturista pero verdadero artífice del descubrimiento- no pudo venir, y el descenso se convirtió en un mano a mano entre Frank y yo.

Y fue interesante. En primer lugar, porque tanto tiempo después afrontaba el descenso con mucha más perspectiva, con mayor distancia emocional, como un simple barranquista. Y en segundo lugar, porque a pesar de todo tenía grabado en la mente cada recoveco del barranco, y tenía curiosidad por ver si aquel tronco seguía en su sitio, si las reuniones habían envejecido bien y, sobre todo, si las dificultades me seguían pareciendo tales con diez años más de experiencia.


Diez años de perspectiva

rápel de regalo antes de la gran cascada
Diez años después, lo primero que comprobé fue que en mi cabeza había algunas lagunas acerca del camino de aproximación. En lugar de acceder al cauce a la altura del primer rápel entramos doscientos metros más arriba, en una zona más abierta y evidente. Eso nos hizo añadir un rápel y varios resaltes antes de la gran cascada inicial. ¿Necesarios? Están bien, pero no son imprescindibles.

Ya en terreno conocido, primera sorpresa: ¿y la reunión del primer rápel? Teníamos entendido que el natural original había sido sustituído por expansivos, pero no lo encontramos, así que volvimos a montar en un árbol a la derecha orográfica. Seguimos por tanto la línea original, y cruzamos la vena para alcanzar el fraccionamiento a media cascada. Una vez aquí, ¡problemas! No había manera de recuperar las cuerdas. Me tocó por tanto un ejercicio de escapismo del bueno: remontar unos metros y escalar para salir del cauce por la visera, y una vez allí flanquear para salir a buscar terreno más fácil y trepar hasta la cabecera; volver a la reunión, desmontarla y cambiarla a un árbol más alto y con menos roce; y volver a bajar. Total: una hora perdida, pero problema solucionado.



Frank, en pleno cruce de la cascada
recogiendo en la reunión del tercer fraccionamiento

con mucho caudal, un tercer fraccionamiento nos saca del embudo en el que se concentra toda el agua


Desde aquí y hasta el final bajamos sin contratiempos, pese a un caudal bastante superior al del día de la apertura. Donde esperaba cambios no los encontré: el par de enormes troncos que recordaba cruzados en el cauce, y que creía que habrían desaparecido arrastrados por alguna crecida, allí siguen desafiantes. En cambio, nuevos troncos han vuelto más incómodas un par de reuniones.


en este rápel se ha creado una presa de troncos...
...y en este un árbol caído oculta la reunión

¡buen caudal!


Las reuniones

reunión del primer fraccionamiento de la cascada de 70m, bajo el agua
¿Y las reuniones? Me habían dicho que se había entrado con taladro y material al barranco, y lo había interpretado como una reequipación, pero sobre el terreno comprobamos que sólo se habían reforzado algunas reuniones. El resto, la verdad, han envejecido mal. La segunda reunión, el fraccionamiento a media cascada, permanece bañada por el agua excepto en pleno estiaje, por lo que está completamente oxidada. La mayor parte del resto de los anclajes están igual de oxidados, tanto los spits originales nuestros como los parabolts que se han añadido después. Eso, sumado a que todos los rápeles pequeños tienen reuniones monopunto, le da al descenso un carácter más propio del terreno de aventura. ¿Habría que reequiparlo? Estaría bien añadir un segundo punto en muchas reuniones, y cambiar algún anclaje en las demás, pero sin pasarse y hacerle perder al barranco su carácter. Si algún día alguien lo hace y no somos los aperturistas, solo pedimos -creo que puedo hablar por mi compañero- que no se suprima el cruce de vena de la cascada inicial. Una cosa es reequipar por motivos de seguridad, y otra hacerlo para rebajar la dificultad.


Una buena segunda primera impresión

De vuelta al Sotllo por primera vez como un barranquista más, pues... me gustó. No está muy formado, y sus pozas no cubren mucho. ¡Es un barranco alpino! Y eso significa que abundan los bloques, que los rápeles son irregulares y que las paredes no van a ser demasiado altas. Pero el Sotllo no da tregua: diecinueve rápeles continuados, sin zonas muertas, y un caudal siempre abundante te hacen trabajar sin parar y te obligan a prestar atención al agua, a los roces y a las recuperaciones. La cascada inicial es el elemento distintivo del descenso, es su foto; y el cruce de vena, el mejor de sus pasos. Sí, es un buen descenso.


en el último rápel, bañados por el sol del atardecer
¡alguna que otra poza cubre!


Fotos: Frank Fernández, Xavi Guerrero


GORGOPOTAMOS, EL GIGANTE GRIEGO

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Después de varios giros, por fin llegamos al aparcamiento. Encaro la rampa que nos mete bajo el mercado de Atenas y pienso si habríamos conseguido llegar hasta aquí sin el maldito -o bendito- GPS. El parking es público, gratuito, pero está más o menos vigilado: en un pequeño despacho situado a la entrada un policía está enfrascado en la lectura del periódico.

callejeando por Atenas
Unos metros por encima del aparcamiento, en la plaza, un grupo de yonkis ociosos se pinchan sin complejos a la vista de todo el que pasa por allí. Estos ya no intentan esconderse diciéndoles a sus amigos que no, que ellos ya no se meten. En primera fila, uno prepara unas rayas bajo la atenta mirada de otros dos. Algo más atrás, un par están ocupados con sus jeringuillas. Si Aristóteles levantara la cabeza y viera para qué se reúnen ahora los atenienses en el ágora, se volvería a morir. Fijo.

Está claro que hemos aparcado en la mejor zona de Atenas: entre los zombies y el edificio en ruinas de enfrente, parece el set de rodaje de The Walking Dead. Y como en cualquier capítulo de la serie, salimos de allí intentando que los muertos vivientes no adviertan nuestra presencia. Desembocamos en una avenida y nos acercamos al lado más amable de la ciudad: vamos a aprovechar esta última jornada en el país heleno para ver el Partenón, aunque sea de lejos. Será uno de los pocos viajes de barranquismo en los que además de ponerme el neopreno, acabaré haciendo un poco el turista.

Y es que, en efecto, no hemos venido aquí para hacernos selfies delante del Partenón, ni para tocar las pelotas a los soldados que montan guardia ante el Parlamento intentando que se muevan.

Hemos venido a barranquear.

El objetivo esta vez es un gigante, un barranco enorme, un hachazo de los antiguos dioses en las escarpadas montañas que protegen las Termópilas. A muy pocos kilómetros del lugar en el que Leónidas libró su última batalla, el río Diras se adentra en las entrañas de la roca y se abre paso con fuerza a través de cascadas de hasta noventa metros, de pasillos oscuros, de enormes badinas. Paredes de ochocientos metros de altura lo rodean, lo aprisionan, hasta que alcanza su salida a la llanura y al golfo Maliaco.

Vamos a bajar el barranco de Gorgopótamos, uno de los mayores y mejores barrancos de Europa. Pocas semanas antes ni siquiera lo teníamos previsto, pero muchas veces los planes improvisados son los que salen mejor.

la grieta que forma el barranco en la motaña es enorme y se aprecia mejor de lejos



El descenso
cruzando la vena en el rápel de cuarenta metros

El descenso del Gorgopotamos es largo, físico, técnico. Con más de cuatro kilómetros de longitud y casi novecientos metros de desnivel, esconde una treintena de rápeles, muchos pasamanos recuperables, cruces de vena, pasos obligados por el agua y caídas de vértigo. El trabajo es contínuo, la cuenta de los rápeles se pierde rápido y las horas avanzan sin que nos demos cuenta. El encajamiento es imponente, y los escapes, nulos. La actividad puede irse fácilmente más allá de las diez horas en una época en la que las horas de luz empiezan a menguar... Son muchos los elementos a tener en cuenta antes de afrontar el descenso, y en algunos de ellos entraremos más adelante.

En sus inicios, el río discurre plácidamente entre el bosque para internarse en un breve e inocente estrecho inicial. Nada hace presagiar las dimensiones que adquirirá más adelante.

La primera parte recorre un cañón relativamente amplio en algunos tramos, sin apenas tiempos muertos, con cascadas que van ganando altura progresivamente. El primero de diversos puntos clave llega enseguida: un rápel de cuarenta metros fuertemente canalizado en el que debe cruzarse la vena. El acceso es expuesto, atención.


rápel de veinticinco metros, siguiente al de cuarenta: los pasamanos recuperables son una constante...

...y el caudal, aunque sea "normal" , siempre impresiona


evitando un sifón
última fracción de la primera cascada de 90m


en general, las reuniones están bien ubicadas y permiten una buena gestión del rápel


a punto de llegar a la cascada clave
Los rápeles se suceden uno tras otro, y sin darnos cuenta llegaremos a la primera de las cascadas de noventa metros que tiene el descenso. El agua forma un zig-zag en su caída, superando un largo y curvo tobogán inclinado. Nuestra trayectoria en ella, en cambio, tenderá a ser lo más rectilínea posible, por lo que cruzaremos el caño y nos alejaremos del agua para fraccionar el salto en dos rápeles sin dificultades destacables. La reunión del segundo se encuentra en una repisa cómoda.

Una vez superada esta cascada fijaremos nuestra vista al frente, esperando alcanzar el que muy posiblemente es el verdadero punto clave del descenso: la segunda cascada de noventa metros. De las diferentes dificultades que encontraremos durante el descenso, esta es probablemente la más impresionante: su caída al vacío, en un circo recogido pero imponente; su primer fraccionamiento, completamente colgado y, sobre todo, el cruce de vena a cuarenta metros del suelo, obligatorio para alcanzar el segundo y último fraccionamiento.

 

el autor, colgando de la reunión del primer fraccionamiento a 80 metros del suelo mientras baja el primero


vista de la cascada desde abajo: ¡espectacular!
En efecto, el punto clave del descenso es esta cascada, y más concretamente, su cruce de vena. Este impresionante salto de agua se divide en tres rápeles de 7, 55 y 30 metros aproximadamente. La reunión del segundo se encuentra en una zona de pared lisa, sin apenas apoyo, al otro lado y algo más abajo del punto en el que el chorro de agua se separa de la pared. Por todo eso es importante calcular bien los metros, estar atento y, sobre todo, cruzar por donde toca.

Al pie de esta cascada se inicia un segundo tramo de transición, con tramos de cauce llano, hasta llegar a la última parte. En ella parece entrarse en un barranco completamente distinto a lo visto arriba: el cañón se estrecha y se vuelve mucho más acuático. Pozas, badinas, saltos, bloques... Practicamente al final, a apenas cien metros de la salida, encontraremos la última dificultad: una poza con un fuerte remolino. En ella se produjo hace unos años el único (creo) accidente mortal conocido del descenso. Como decía, a apenas cien metros del final...



el enésimo rápel de tamaño mediano
rapelando bajo un bloque al principio del tercer tramo



saliendo de un pequeño estrecho

La logística


Quién: La longitud del barranco, la cantidad de maniobras a realizar y la ausencia de escapes obligan a gestionar bien el grupo y el material. Un grupo demasiado amplio ralentizará el avance, pero un grupo escaso podrá ser un problema en caso de accidente. Igualmente, llevar pocas cuerdas puede ser fatal en caso de perder o cortar una de ellas. Por lo tanto, lo ideal sería afrontar el descenso con un equipo de cuatro o cinco personas en el que todos dispusieran de una cuerda de sesenta metros. Nosotros sólo tuvimos ligeros problemas en una recuperación, pero otros no han tenido tanta suerte.

Cómo: Madrugando, no hay otra. A finales de septiembre, en Grecia sólo hay unas doce horas de sol, poco más de lo que nos llevará el descenso. Para tener margen y cubrir imprevistos hay que entrar al amanecer, y llevar un buen frontal por si acaso.

Cuándo: Bajar este barranco requiere de un estiaje completo, absoluto, que no se produce hasta finales de agosto o septiembre. A partir de ahí, el descenso es posible mientras las lluvias de otoño no lo impidan, o sea, sólo durante unas semanas. Un final de verano lluvioso puede dar al traste con nuestras expectativas y cerrarnos las puertas del barranco hasta septiembre del año que viene.

Dónde: El descenso se encuentra cerca de Lamia, a 230 kilómetros por autopista del aeropuerto de Atenas. Todo hay que decirlo, la imágen apocalíptica con la que he iniciado este artículo no se corresponde para nada con lo que nosotros encontramos en esta zona, más rural. Aquí disfrutamos de un trato generalmente amable y hospitalario, incluso en varios casos de abierta simpatía por el hecho de ser españoles. Y es que no somos tan distintos...

el equipo con Vassilis, nuestro gran anfitrión
Para la estancia allí, mi recomendación es que reservéis plaza con antelación en el alojamiento rural Καταφύγιο North, en Pavliani. Vassilis, su dueño, os atenderá magníficamente y os dará todas las facilidades en cuanto a horarios y comidas. Y no solo eso: como barranquista y buen conocedor del Gorgopotamos, será vuestra mejor fuente de información sobre él y su caudal. Además, también os ofrecerá la posibilidad de llevaros a la cabecera del barranco y luego iros a buscar con su 4x4, algo que aconsejo totalmente dado el mal estado de las pistas y la longitud de la combinación de coches (unos 25 km).  


Καταφύγιο North, nuestro campo base para Gorgopotamos

vistas del golfo y el mar, más de mil metros más abajo, desde el alojamiento



Mi valoración

Después de unos años en que los barrancos glaciares habían cambiado mi perspectiva, he de decir que el Gorgopotamos es posiblemente el mejor y más completo barranco convencional que he bajado nunca. Añado el adjetivo "convencional" porque, para mí, descensos como Gamchi, Sefi o Gries están un escalón por encima: no sólo son espectaculares, sino que encima se bajan -no queda otra- en unas condiciones obligatoriamente muy duras. Son otra cosa.

Así pues, si hablamos de barrancos bajados en las condiciones que se entienden normalmente como habituales -temperaturas razonables, ausencia de hielo o nieve, etc.-, Gorgopotamos es posiblemente lo mejor que he hecho. Ahí lo dejo.

Y de muestra, un botón:





Datos de interés

Fecha del descenso: 23 de septiembre de 2018

Dificultad: v6 a5 VI

Acceso desde: Lamia (Grecia central)

Combinación de coches: Imprescindible, del orden de 25 km.

Aproximación: Apenas 5 minutos desde el final de la pista, bajando por el bosque hacia la izquierda.

Descenso: De 8 a 10 horas según grupo y condiciones, que pueden alargarse facilmente hasta las 12 horas ante cualquier imprevisto o un ritmo más lento de lo deseable.

Retorno: En el punto en que el barranco se abre veremos a la derecha un sendero. A menos de cinco minutos encontraremos el aparcamiento.

Rápel más largo: 55 metros aprox.

Material: Cuerdas 4 x 60 m, neopreno completo y en buen estado (son muchas horas en el agua), un buen frontal en el bidón, comida y agua.

Lo mejor: quizá el barranco más completo que he bajado, tiene de todo y a lo grande.

Lo peor: acceso y retorno difíciles de gestionar de forma autónoma, por ser complejos y requerir vehículos 4x4

Valoración personal (de 0 a 4): 3,8

Fotos: Jairo Treceño, Xavi Guerrero
Vídeo: Josito (visitad su canal en Youtube)


SEGNES

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Directos al grano. Varios años ya viajando a Suiza, rozándolo con la yema de los dedos y viéndolo escapar. La lluvia en 2015, el calor en 2016... y en 2018, si nos descuidamos, se nos pasa el arroz. Sin embargo, era el primer objetivo de nuestra lista para este año. Horas frente al ordenador controlando webcams, aforos y la meteo pasada, presente y futura. Horas tras el volante de la furgoneta cruzando Francia y Suiza. Y todo para plantarnos frente a la bestia el primer día de nuestro viaje, cuanto antes, para no darle la oportunidad de cubrirse de hielo, de blindarse, de volverse inexpugnable.

¡Ahí estábamos! Frente al mítico Segnes, el que para muchos es el mejor de los barrancos glaciares suizos. Había oído y leído tanto que esperaba que no me decepcionara. 

ganando altura durante la aproximación
Reunido el equipo, echamos a andar. Había nieve y hacía frío, pero lo justo, sin excesos, y el sol brillaba casi obscenamente. Una vez arriba, nos cambiamos sobre unas piedras y entramos al pasillo en el que nítidamente empieza el descenso. Hacía días de la primera y última nevada, de manera que el caudal era muy asequible; sin embargo las noches en altura se mantenían despejadas y frías, por lo que ya habían aparecido las heladas y el verglás. 


 


Los primeros pasos en el Segnes me recordaron terriblemente al Vorab: una zanja de paredes oscuras, retorcidas, llenas de aristas, puentes y recovecos, con el cielo apenas a dos o tres metros por encima de tu cabeza. La sensación era de poderte largar en cualquier momento, pero poco a poco las paredes se elevaron, la luz disminuyó y la ratonera dejó de tener escapatoria. En ocasiones había que buscar el paso ¿por el agua? ¿por encima del bloque? ¿por debajo? Las paredes se estrechaban tanto que había que pasar de lado, sin mochila, y vigilando que ésta no se quedara empotrada.

El sol brillaba fuera, allí arriba, y hacía que el monstruo no pareciera tan terrible. Sin embargo, al acariciar su lomo lo encontramos terriblemente viscoso, resbaladizo. Una fina capa de hielo recubría algunas zonas, no demasiadas por suerte. Dificultaba algunas trepadas, y en uno de los rápeles nos causó algunos problemas. La grieta de salida de la poza, ya estrecha de por sí, era más estrecha aún: forrada de hielo apenas dejaba espacio para nuestros cuerpos, así que nos escurrimos por ella trantando de encajar como una pieza más en el puzzle.


agua y estrecheces para salir de la poza
¡el sol entrando en el cañón!

Llegamos a las cuerdas que habíamos dejado en el escape, e intuímos ya el tremendo valle glaciar en el que culmina el descenso. El punto nos indicaba que afrontábamos la parte final, la más abierta pero también la más vertical y, en esta ocasión, cubierta de hielo. Instalamos la vertical y salimos a la pared, bajando con cuidado mientras el agua arrancaba algunos cascotes de hielo de la pared y los lanzaba contra nosotros, como enfadado.


encarando el tramo más vertical del descenso
el hielo recubre esta parte y la hace muy resbaladiza

Andrej, entre paredes recubiertas de verglás
 
Sin más problemas que lo resbaladizo de este rincón, encaramos ya la recta final del descenso. Un par de rápeles, los que se ven desde la salida del barranco, y estábamos fuera.


Asomándonos al vacío. El Segnes presenta un encajamiento asombroso y, al mismo tiempo, unas vistas impresionantes.



¡misión cumplida!
Llegaba la hora de responderme a mí mismo. ¿Ha satisfecho tus expectativas? ¿Es el mejor de los barrancos glaciares que has hecho?

Me he tomado mi tiempo para responderme. Segnes es un descenso extraordinario, retorcido, y presenta esas formas increíbles que sólo el hielo, trabajando la roca durante milenios, es capaz de excavar. Además, el entorno es brutal, alpino, invernal, con ese enorme valle glaciar esperando abajo envuelto por un silencio absoluto... ¡Claro que satisfizo mis expectativas! Y sin embargo, no puedo decir que sea el mejor de los que conozco. En la opinión que cada uno de nosotros se forma de un barranco influyen muchos factores: el entorno, las condiciones del día escogido (caudal, nieve, etc.), el desarrollo de la actividad, incluso el estado de ánimo de aquel día. Todo cuenta. Y sé que es difícil nadar contra corriente, pero el único pez que no lo hace es el que está muerto. Muchos no estarán de acuerdo pero, para mí, por ahora el primero del ránking seguirá siendo el Gamchi.


 

 
Datos de interés

Fecha del descenso: 16/10/2018

Dificultad: v5 a5 VI

Acceso desde: Flims (Grisones)

Aproximación: El barranco se encuentra en el interior del dominio esquiable de Flims-Laax, y la circulación en vehículo particular por sus pistas está prohibida. Para acceder legalmente al descenso tendremos que dejar nuestro coche en la estación de los remontes mecánicos de Laax, y tomar allí el autobús que sube a Nagens, o bien subir con el telecabina. Ojo, porque ninguno de los dos está disponible todo el año. Si optamos por el autobús bajaremos en Alp Nagens, la penúltima parada, y desde allí descenderemos por una pista, unos metros más abajo, que conduce a un pequeño lago. Lo bordearemos y al fondo tomaremos un sendero. Tras un breve ascenso, bajaremos al valle glaciar cerca del final del barranco. El camino remonta por la izquierda orográfica hasta lo alto, donde sólo hay que tender a la izquierda para ir a buscar el estrecho en el que se inicia el descenso. Tiempo total, 1h 15 min.

Descenso: 4 horas según reseña.

Retorno: Tras el descenso, a la izquierda se recupera enseguida el camino de acceso. Volver a Alp Nagens nos llevará unos 30 minutos.

Rápel más largo: 60 m

Material: cuerdas 2 x 60 m, neopreno completo. Si el día es oscuro, un frontal nos irá muy bien en la zona más estrecha.

Observaciones
- Durante la aproximación, a media subida, encontraremos un desvío que conduce directamente a la grieta, y sobre el abismo, una reunión. Esta nos permite equipar una vía de escape justo antes de la parte más vertical. Si llevamos diferentes cuerdas, dejando aquí las largas evitaremos tener que cargar con ellas durante el resto de la aproximación y la parte superior del descenso.
- Atención a las temperaturas de los días previos al descenso: la formación de hielo en el interior del barranco estrecha aún más sus paredes y puede hacer realmente dificil superar algunos pasos.

Lo mejor: descenso excepcional, laberíntico y de formas caprichosas.

Lo peor: Si la temporada empieza tarde, no habrá autobuses ni telecabinas con los que subir a Alp Nagens.

Valoración personal (de 0 a 4): 3'9



SAUFLA INFERIOR

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- ¡Lástima que no podáis quedaros más días! Si pudiera, ¡me quedaría una semana más barranqueando! - dijo Javi al principio del que era su primer viaje a la Suiza glaciar.

- Sí, sí... Dentro de cuatro días volvemos a hablar del tema, a ver si te estarías quince días seguidos haciendo barrancos aquí. - respondí yo. 

Y es que la experiencia es un grado. Las temperaturas fueron bajando gradualmente, y al cuarto día de actividad amanecimos con la furgoneta -y todo lo que había fuera de ella- congelado. Javi había dejado su neopreno tendido en el exterior toda la noche, de manera que ahora estaba helado, acartonado. Sus ganas de barranquear también se habían ido acartonando con el paso de los días y ya le empezaba a costar. ¡A él y al resto! El frío empezaba a hacer mella, pero había que hacer un último esfuerzo. Bajamos a Champéry y mientras el neopreno se descongelaba frente al radiador nos tomamos un café. O dos. 

hielo y nieve en el inicio del descenso
El objetivo del día, y último del viaje, era el tramo inferior del barranco de Saufla, en el cantón francófono de Valais. Es un descenso intenso desde el principio, muy encajado en su primera mitad, sin escape posible en ese tramo y al que se debe temer con caudal elevado. Antes de acometer el primer rápel ya se ve la cabecera del segundo, con su pasamanos colgado y el cruce de vena a mitad de descenso. Es quizá el paso más vistoso, sin duda, pero no el más problemático, porque más adelante toca afrontar rápeles de hasta 25 metros por grietas y pasillos de poco más de un metro de ancho, con troncos de por medio e incluso algún sifón. Mucho ojo, pues: será necesario esperar a septiembre u octubre para encontrar un caudal que nos permita entrar. El volumen de agua será el que decida si nuestro descenso es una tortura o poco más que un paseo militar.

La primera mitad del descenso atraviesa la zona conocida como Le Roc Coupé (la roca cortada). Es una joya, un bonito espectáculo... pero nada es eterno. Pasado el rápel de 25 metros las paredes se separan y el descenso, que hasta ese momento es tremendamente deportivo, se toma un tiempo muerto. Ciento cincuenta metros de caminata y destrepes por cauce abierto conducen a una nueva sección de rápeles que ya no será como la anterior. Varios rápeles de entre cuatro y diez metros, en un entorno algo caótico, llevan hasta la última cascada. Un rápel de veinte metros y una badina enronada ponen el broche a un descenso con un inicio impresionante. ¡Lástima que no sea así hasta el final!



el pasamanos colgado del segundo rápel
el segundo rápel exige cruzar una vena muy concentrada


rápel estrecho, caudal concentrado y tronco esperando
pasillo estrecho


último rápel de la zona encajada
segunda parte, más abierta y caótica


rápel de veinte metros con el que acaba el descenso

Finalizado el descenso, recogido el material y cargada la furgoneta, volvimos al bar en el que habíamos empezado el día para recuperar fuerzas tomando algo caliente.

- En Barcelona había mucho... mucho de todo. -  Dijo la camarera mientras esbozaba una sonrisa y miraba para otro lado. La mujer, portuguesa, nos explicó que había vivido en la Costa del Sol, en Barcelona, en Suiza y no sé cuántos sitios más. Nos hizo un retrato de los suizos que no repetiré para que no pierda el trabajo. La señora, que tenía más mili que el palo de la bandera, hablaba con socarronería, pero en sus palabras se adivinaba un cierto poso de amargura.

Es curioso: en todos estos viajes a Suiza -y ya van unos cuantos- las personas más interesantes con las que me he cruzado siempre han sido emigrantes: gente de paso o forasteros que han acabado instalándose allí, piezas que no encajan del todo bien y que parecen alegrarse cuando se cruzan con alguien del sur con quien poder hablar. 

El paisaje humano es muchas veces más interesante que el físico.


el neopreno, desacartonándose
Datos de interés

Fecha del descenso: 19/10/2018

Dificultad: v5 a5 V

Acceso desde: Champéry (Valais, Suiza)

Aproximación: Desde Champéry seguiremos carretera arriba, cruzaremos un pequeño puente sobre el río principal del valle y trescientos metros más allá encontraremos otro puente, esta vez sobre el río Saufla. Justo después de cruzarlo torceremos a la izquierda y seguiremos paralelos al río. Cuando la carretera empiece a trazar una curva hacia la derecha, alejándose del cauce, torceremos a la izquierda por una pista y la seguiremos hasta llegar a un nuevo puente. Aquí aparcaremos.

Una vez a pie, tomaremos un sendero que asciende por la izquierda orográfica del río. Tras unos minutos de marcha, cruzaremos por un puente a la otra orilla, y ascenderemos fuertemente por un camino tallado en la roca. Avanzaremos rodeados de bosque hasta alcanzar unos prados inclinados, desde los que puede verse al fondo la cascada de Saufla, de cincuenta metros, en la que finaliza la parte superior. Al fondo de los prados, y hacia la derecha, tomaremos un sendero menos marcado por el que alcanzaremos el cauce en diez minutos. Tiempo total de acceso, una hora.

Descenso: 3 horas según reseña.

Retorno: Después del último rápel, saldremos del cauce por la derecha y tomaremos un sendero que nos devolverá al camino de aproximación y al puente en el que dejamos el coche en aproximadamente 10 minutos.

Rápel más largo: 25 m

Material: cuerdas 2 x 25 m, neopreno completo.

Observaciones: Algunos rápeles son bastante estrechos y canalizados. Atención, por tanto, al caudal.

Lo mejor: una primera mitad caudalosa, formada y con mucho ambiente.

Lo peor: una segunda mitad abierta, rota y menos interesante.

Valoración personal (de 0 a 4): 3'2


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